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lunes, 18 de abril de 2011

La versión de los Textos egipcios de Marcelo Masola

LA VERSIÓN DE LOS TEXTOS EGIPCIOS

POR MARCELO L. MASOLA

Muy acertada es aquella observación de Alfredo Terzaga donde dice que los límites históricos y cronológicos del Romanticismo sobrepasan a la temporalidad de ese movimiento en la proyección de sus modelos culturales. Una de las propuestas románticas era el rescate de textos producidos en lugares y épocas remotas que –a merced de poderíos regios o de cánones culturales- fueron desplazados por la imposición de la cultura europea, recuperación que produjo importantes descubrimientos literarios y cuya consecuencia fue la puesta en marcha de la traducción de los originales encontrados.

Esa proyección del modelo romántico en la búsqueda de textos arcaicos se llegó a reproducir en poetas muy lejanos en el tiempo y la geografía, confrontados con interrogantes filosóficos y preocupaciones históricas disímiles y, especialmente, sintiéndose responsables ante realidades nada coincidentes con el contexto del romanticismo. Es el caso de Marcelo Luis Masola, integrante de aquellas reuniones en el Café L’Aiglon, allá en la Córdoba de los años cuarenta.

Masola adoptó la perspectiva del poeta para leer: mirando directamente al núcleo del texto. La versión en español del Capítulo CXXV del Libro de los Muertos, según la traducción al francés de J. C. Mardrus, fue una sagaz elección. El poema, por tratarse de un texto sagrado o conjuro, despliega las palabras que deben pronunciarse de cara a la muerte y a sus rituales. El discurso de la Tercera Alma enfrenta específicamente el problema que todo poeta debe resolver: la Forma. Hay una poética en estos Textos Egipcios enunciada desde el principio: “Oh, Formas de la Eternidad / Soy el Portador de Palabras de Verdad...”. Esta fórmula de apertura concierne a una afirmación que encontramos más adelante: “...jamás he respirado el polvo de las cosas muertas y de las páginas estériles”. Se trata de un verdadero programa literario, con oxígeno suficiente para orientarnos aún en los días de la página web, tanto en la lectura como en la escritura.

Las etapas políticas e históricas se suceden trocándose unas por otras, menoscabándose o superándose unas a otras, negándose unas a otras. Los textos poéticos, originales o traducidos, las sobreviven porque no son “el polvo de las cosas muertas y de las páginas estériles”. Obedientes a ese precepto, es necesario hacer circular nuevamente esta versión cincelada por Marcelo Luis Masola del Capítulo CXXV del Libro de los Muertos, publicada por Editorial Mediterránea, que dirigía Agustín Oscar Larrauri, en Córdoba, 1943. Consideramos, también, oportuno conservar las Notas Explicativas incluidas en la edición original y agregar estos comentarios y los datos biográficos de Masola para actualizar su lectura y no caer en la reedición facsimilar.

Eugenia Cabral

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